RESEÑA DE UN ARTÍCULO:
fierro,
Maribel, La política religiosa de ‘Abd
al-Rahman III, al-Qantara, vol. 25, nº 1 (2004), pp. 119-155.
El artículo de
Maribel Fierro sobre la política religiosa en el al-Andalus del califa ‘Abd al-Rahman
III resulta realmente útil cuando uno quiere imbuirse de lleno en el contexto
religioso de la sociedad andalusí del siglo X. El análisis de la política
religiosa se hace en base a tres conceptos determinantes para la misma: el escaso
número de predicadores en al-Andalus como consecuencia de su política
anti-ismaelí, el pluralismo religioso en la época del califa, y las causas del
rechazo de ‘Ali y de los fatimíes en el
califato omeya de Córdoba.
La autora parte
del estudio que dos viajeros y geógrafos orientales partidarios de los
fatimíes, Ibn Hawqal y al-Muqqadasi. El hecho de que tenga una posición
pro-fatimí, nos resulta importante en tanto que esta dinastía, como
conquistadora del Norte de África y fundadora del califato chií, se impone
poderosa frente al califato andalusí que, tal y como decía Ibn Hawqal,” tenía
mucha pujanza económica pero escasas aptitudes militares” (p. 119). En lo
referente al tema religioso, los fatimíes provocan una incidencia en al-Andalus
en dos sentidos, según se puede extraer
del artículo de Maribel Fierro: el sistema chií de predicación difiere del
sunní en que los primeros dependen directamente de Dios y los segundos del
Profeta. Los chiíes defienden la existencia de misioneros religiosos y
predicadores, mientras que, como se expone en el artículo, los suníes intentan
limitar el ámbito de actuación de los mismos, para intentar evitar que su
influencia desvirtúe los preceptos religiosos. La presencia de estos misineros
en al-Andalus existió, y esto supuso un contacto directo con esta realidad religiosa
tan diferente a la malikí preestablecida por los emires anteriores a ‘Abd
al-Rahman. La segunda premisa sería el poder que éstos adquirieron en el Norte
de África, que supuso en el plano religioso, la aparición de persecuciones
sobre todo contra los hanafíes, pero también contra los malikíes, huyendo
muchos de ellos a al-Andalus. En este caso, la incidencia se analiza como
positiva ya que los malikíes de Ifriqiyya que fueron a parar a al-Andalus
escribieron durante el califato de ‘Abd al-Rahman III diccionarios biográficos
que ayudaron a asentar aún más las bases de la escuela del medinés Malik b.
Anas, así como permitieron que estos ulemas pudieran al menos realizar una
lucha ideológica contra sus combatientes fatimíes.
A través de estos dos viajeros, aunque sólo
uno de ellos estuvo en al-Andalus, podemos hoy conocer cuál era la situación
religiosa durante el reinado de ‘Abd al-Rahman III. Curiosamente, de Ibn
Hawqal, que fue el que llegó a visitra al-Andalus, no conocemos prácticamente
nada sobre la religión en al-Andalus, sino más sobre su economía y ejército,
así como sobre la religión en el Norte de África, mientras que a través de
fuentes andalusíes, es al-Muqaddasi el que nos pone en situación con mucho más
detalle.
Estructuralmente,
el artículo se divide en una breve
introducción sobre los viajeros orientales, un desarrollo que a su vez consta
de tres partes, que son las ya descritas anteriormente como premisas
influyentes de la política religiosa en al-Andalus, y una breve conclusión,
donde la autora nos pone al día sobre la organización religiosa chií y la sunní,
y realiza una breve reflexión sobre el tema. Si bien las dos primeras partes
son con mucho, más extensas que la tercera, esto se debe a que el tema de la
crítica ‘Ali viene siendo tratado de manera indirecta a lo largo de todo el
artículo.
La autora se
centra principalmente en dos líneas argumentativas, la primera sobre la
presencia de predicadores en al-Andalus, o al revés, sobre la poca presencia de
los mismos, analizando éstos desde una comparación con la organización chií, y
exponiendo la forma en la que el califa va censurando y proponiendo
alternativas a los mismos, como es el caso del establecimiento de la figura del
cadí, como un organismo censor del propio califa, lo cual utiliza ‘Abd
al-Rahman como una forma de dar prestigio al califato recién fundado en Córdoba
y a su propia figura como califa. Se habla en este apartado también de la
censura de algunos grupos religiosos minoritarios, como los masarríes o los misioneros
fatimíes ya descritos. También se realiza una reflexión sobre la figura de ibn
al Waddah y su actitud contra los predicadores. Este hecho nos lleva a una
realidad muy a tener en cuenta desde mi punto de vista para comprender bien
esta época. El jurista es un profundo crítico del peligro de los predicadores,
así como un gran negador de la importancia de ‘Ali para el Islam, tanto en
calidad de califa en calidad de familia del Profeta, mientras que es capaz de
considerar que él mismo es un buen ulema y auto nombrarse como tal. Su postura
pro-omeya es muy determinante en su visión de la historia, y esto me lleva a
pensar que, si ya es necesario en los tiempos actuales tener muy en cuenta las
tendencias ideológicas de nuestras fuentes, más en esta época en la que las
fuentes son mucho más escasas y lejanas en el tiempo, lo cual puede dar lugar a
menor conocimiento y mayor tergiversación de los hechos.
La segunda línea
argumentativa es la que se dedica al análisis del pluralismo religioso en la
figura de ‘Abd al-Rahman III, des que podemos sacar dos conclusiones claras: el
califa sigue con la tradición malikí de sus antecesores, por lo que según
destaca al- Muqaddasi, la Muwatta de
Malik b. Annas y el Corán son las dos fuentes principales del derecho islámico
andalusí, pero podemos ver en él un cierto aperturismo, que responde tanto a la
visión que éste quiere dar de sí mismo, como a los intereses que tiene en aplicar
otro tipo de escuelas en algunas ocasiones, como es el caso de la distribución
de los bienes habices. La autora analiza las figuras que el califa elige
durante su gobierno como cadíes, ya que éstas perteneces cada una a una escuela
jurídica diferente, lo cual es bastante representativo del pluralismo religiosa,
si no fuera porque, hechos como el de que su cadí en el 950 era el bereber
al-Mundir, perteneciente a la escuela zahirí, defensora de la interpretación
literal de las fuentes de relación e incluso del que se advierte una cierta
tendencia mu’tazilí, se vieran contrastados con hechos como el posible
asesinato de su propio hijo en la fiesta del cordero, por herejía hanafí.
Tenemos varios ejemplos sobre estos hechos a lo largo del artículo.
Me gustaría
hacer una pequeña alusión al porqué del rechazo hanafí en al-Andalus, basándome
en dos causas principales defendidas por la autora en este segundo punto : la
primera, el haber sido una escuela jurídica muy apoyada por los abbasíes y haber
sido éstos los derrocadores de la dinastía omeya, y la segunda, la relación
favorable de esta escuela a la postura de ‘Ali, además, se desarrolló la
escuela malikí entre otros motivos porque estaba asociada a la ciudad de
Medina, lo cual significaba para los andalusíes una vinculación más directa con
el Profeta y por lo tanto una mayor veracidad religiosa.
Sin embargo,
ante problemas mayores como el miedo al ismailismo famití, las diferencias
entre ambos se acortaban en favor de la unión frente a un enemigo más poderoso.
Hay registrados también momentos en los que los cadís emiten fatwas con base en
el derecho hanafí por ser más convenientes para el caso en concreto, como
muestra la autora en la página 149 sobre Umar ibn Lubaba y el caso de la distribución
de los bienes habices antes mencionado.
Finalmente, la
tercera y última parte hace referencia al rechazo de ‘Ali, que viene de la mano
de autores con visiones como la expuesta anteriormente sobre Ibn al Waddah, y
cuya actitud sigue prevaleciendo aún en día entre los sunníes que rechazan el
chiísmo.
En general, el
artículo resulta una forma más que recomendable para conocer mejor este tema,
además de que el estilo utilizado por la autora resulta muy claro y gustoso al
lector.