jueves, 28 de febrero de 2013

Reseña de un artículo: La política religiosa de 'Abd al-Rahman III


RESEÑA DE UN ARTÍCULO:
fierro, Maribel, La política religiosa de ‘Abd al-Rahman III, al-Qantara, vol. 25, nº 1 (2004), pp. 119-155.
El artículo de Maribel Fierro sobre la política religiosa en el al-Andalus del califa ‘Abd al-Rahman III resulta realmente útil cuando uno quiere imbuirse de lleno en el contexto religioso de la sociedad andalusí del siglo X. El análisis de la política religiosa se hace en base a tres conceptos determinantes para la misma: el escaso número de predicadores en al-Andalus como consecuencia de su política anti-ismaelí, el pluralismo religioso en la época del califa, y las causas del rechazo de ‘Ali y de los fatimíes en el  califato omeya de Córdoba.
La autora parte del estudio que dos viajeros y geógrafos orientales partidarios de los fatimíes, Ibn Hawqal y al-Muqqadasi. El hecho de que tenga una posición pro-fatimí, nos resulta importante en tanto que esta dinastía, como conquistadora del Norte de África y fundadora del califato chií, se impone poderosa frente al califato andalusí que, tal y como decía Ibn Hawqal,” tenía mucha pujanza económica pero escasas aptitudes militares” (p. 119). En lo referente al tema religioso, los fatimíes provocan una incidencia en al-Andalus en dos sentidos, según se puede  extraer del artículo de Maribel Fierro: el sistema chií de predicación difiere del sunní en que los primeros dependen directamente de Dios y los segundos del Profeta. Los chiíes defienden la existencia de misioneros religiosos y predicadores, mientras que, como se expone en el artículo, los suníes intentan limitar el ámbito de actuación de los mismos, para intentar evitar que su influencia desvirtúe los preceptos religiosos. La presencia de estos misineros en al-Andalus existió, y esto supuso un contacto directo con esta realidad religiosa tan diferente a la malikí preestablecida por los emires anteriores a ‘Abd al-Rahman. La segunda premisa sería el poder que éstos adquirieron en el Norte de África, que supuso en el plano religioso, la aparición de persecuciones sobre todo contra los hanafíes, pero también contra los malikíes, huyendo muchos de ellos a al-Andalus. En este caso, la incidencia se analiza como positiva ya que los malikíes de Ifriqiyya que fueron a parar a al-Andalus escribieron durante el califato de ‘Abd al-Rahman III diccionarios biográficos que ayudaron a asentar aún más las bases de la escuela del medinés Malik b. Anas, así como permitieron que estos ulemas pudieran al menos realizar una lucha ideológica contra sus combatientes fatimíes.
 A través de estos dos viajeros, aunque sólo uno de ellos estuvo en al-Andalus, podemos hoy conocer cuál era la situación religiosa durante el reinado de ‘Abd al-Rahman III. Curiosamente, de Ibn Hawqal, que fue el que llegó a visitra al-Andalus, no conocemos prácticamente nada sobre la religión en al-Andalus, sino más sobre su economía y ejército, así como sobre la religión en el Norte de África, mientras que a través de fuentes andalusíes, es al-Muqaddasi el que nos pone en situación con mucho más detalle.
Estructuralmente, el artículo se divide  en una breve introducción sobre los viajeros orientales, un desarrollo que a su vez consta de tres partes, que son las ya descritas anteriormente como premisas influyentes de la política religiosa en al-Andalus, y una breve conclusión, donde la autora nos pone al día sobre la organización religiosa chií y la sunní, y realiza una breve reflexión sobre el tema. Si bien las dos primeras partes son con mucho, más extensas que la tercera, esto se debe a que el tema de la crítica ‘Ali viene siendo tratado de manera indirecta a lo largo de todo el artículo.
La autora se centra principalmente en dos líneas argumentativas, la primera sobre la presencia de predicadores en al-Andalus, o al revés, sobre la poca presencia de los mismos, analizando éstos desde una comparación con la organización chií, y exponiendo la forma en la que el califa va censurando y proponiendo alternativas a los mismos, como es el caso del establecimiento de la figura del cadí, como un organismo censor del propio califa, lo cual utiliza ‘Abd al-Rahman como una forma de dar prestigio al califato recién fundado en Córdoba y a su propia figura como califa. Se habla en este apartado también de la censura de algunos grupos religiosos minoritarios, como los masarríes o los misioneros fatimíes ya descritos. También se realiza una reflexión sobre la figura de ibn al Waddah y su actitud contra los predicadores. Este hecho nos lleva a una realidad muy a tener en cuenta desde mi punto de vista para comprender bien esta época. El jurista es un profundo crítico del peligro de los predicadores, así como un gran negador de la importancia de ‘Ali para el Islam, tanto en calidad de califa en calidad de familia del Profeta, mientras que es capaz de considerar que él mismo es un buen ulema y auto nombrarse como tal. Su postura pro-omeya es muy determinante en su visión de la historia, y esto me lleva a pensar que, si ya es necesario en los tiempos actuales tener muy en cuenta las tendencias ideológicas de nuestras fuentes, más en esta época en la que las fuentes son mucho más escasas y lejanas en el tiempo, lo cual puede dar lugar a menor conocimiento y mayor tergiversación de los hechos.
La segunda línea argumentativa es la que se dedica al análisis del pluralismo religioso en la figura de ‘Abd al-Rahman III, des que podemos sacar dos conclusiones claras: el califa sigue con la tradición malikí de sus antecesores, por lo que según destaca al- Muqaddasi, la Muwatta de Malik b. Annas y el Corán son las dos fuentes principales del derecho islámico andalusí, pero podemos ver en él un cierto aperturismo, que responde tanto a la visión que éste quiere dar de sí mismo, como a los intereses que tiene en aplicar otro tipo de escuelas en algunas ocasiones, como es el caso de la distribución de los bienes habices. La autora analiza las figuras que el califa elige durante su gobierno como cadíes, ya que éstas perteneces cada una a una escuela jurídica diferente, lo cual es bastante representativo del pluralismo religiosa, si no fuera porque, hechos como el de  que su cadí en el 950 era el bereber al-Mundir, perteneciente a la escuela zahirí, defensora de la interpretación literal de las fuentes de relación e incluso del que se advierte una cierta tendencia mu’tazilí, se vieran contrastados con hechos como el posible asesinato de su propio hijo en la fiesta del cordero, por herejía hanafí. Tenemos varios ejemplos sobre estos hechos a lo largo del artículo.
Me gustaría hacer una pequeña alusión al porqué del rechazo hanafí en al-Andalus, basándome en dos causas principales defendidas por la autora en este segundo punto : la primera, el haber sido una escuela jurídica muy apoyada por los abbasíes y haber sido éstos los derrocadores de la dinastía omeya, y la segunda, la relación favorable de esta escuela a la postura de ‘Ali, además, se desarrolló la escuela malikí entre otros motivos porque estaba asociada a la ciudad de Medina, lo cual significaba para los andalusíes una vinculación más directa con el Profeta y por lo tanto una mayor veracidad religiosa.
Sin embargo, ante problemas mayores como el miedo al ismailismo famití, las diferencias entre ambos se acortaban en favor de la unión frente a un enemigo más poderoso. Hay registrados también momentos en los que los cadís emiten fatwas con base en el derecho hanafí por ser más convenientes para el caso en concreto, como muestra la autora en la página 149 sobre Umar ibn Lubaba y el caso de la distribución de los bienes habices antes mencionado.
Finalmente, la tercera y última parte hace referencia al rechazo de ‘Ali, que viene de la mano de autores con visiones como la expuesta anteriormente sobre Ibn al Waddah, y cuya actitud sigue prevaleciendo aún en día entre los sunníes que rechazan el chiísmo.
En general, el artículo resulta una forma más que recomendable para conocer mejor este tema, además de que el estilo utilizado por la autora resulta muy claro y gustoso al lector.